jueves, 4 de marzo de 2010

Un candidato es un emoticón


Alguna vez me preguntaron qué opinaba de la campaña de Lourdes Flores Nano frente a la de Ollanta Humala y Alan García en las pasadas elecciones presidenciales. Era el final del año 2000, Alan seguía bajo en las encuestas, Ollanta subía como la espuma y Lourdes parecía ser fija para pasar a segunda vuelta. Me preguntaron, específicamente, si una campaña racional sería útil para ella, y recuerdo haber repreguntado:
- Si Alan vende la alegría de renacer y renovarse, y Ollanta la indignación y la rabia de ser pobre, ¿qué emoción representa Lourdes?

Mis amigos se miraron entre ellos y entendieron mi punto, aunque no me hicieron ningún caso: Lourdes lanzó poco después una campaña muy racional y... se hundió. Porque la gente, en general, no solamente compra un detergente o un candidato: compra la emoción que lo acompaña. Dos zapatillas que valen igual y lucen igual, no son iguales si una de ellas me hace sentir campeón y la otra no. Y eso, tan obvio en publicidad, en política parece no entenderse. Ollanta vendía molestia, enojo, ceño fruncido, ganas de patear el tablero; así sintonizó con cientos de miles de votantes que se sentían marginados en todo el Perú. Alan, con astucia, vendió la alegría de la innovación nacional -lo que subliminalmente prometía que él también iba a cambiar- y la alegría de vivir algo nuevo, un mensaje que calaba en los electores más jóvenes, los únicos que veían a García como un prometedor desconocido y no como un reincidente fracasado. Frente a eso, ¿qué emoción comunicó Lourdes? Si algo la indignaba, era moderada para expresarlo. Si algo la alegraba, no parecía muy feliz. Esa falta de emoción la alejó del votante y permitió que sus enemigos definieran sus intereses y sus criterios, y eso en política es fatal, porque si tú no te defines rápido y bien, vendrán tus enemigos y te definirán lapidariamente (como Alan cuando la bautizó "candidata de los ricos").

Si vas a candidatear, define tu emoción. ¿Cómo? Elige entre las más usuales, entre esas que son tan comunes que hasta definieron a los famosos emoticonos de internet. Porque eso es un candidato: un emoticono. Vende sonrisas, o amargura, o empatía cómplice, o seriedad inquisidora, o asombro constructivo... Asocia la emoción a un interés que todos compartan y probablemente te vaya mejor que si no transmites ninguna emoción. Tal vez a tus votantes no les quede claro lo que harás, pero al menos sabrán qué sentir cuando vean tu rostro en la tele, en el diario y en la cédula de votación.

1 comentario:

  1. Excelente artículo César, tienes algo escrito como un libro o un manual sobre marketing político? si es así sería bueno conocerlo, por que tus comentarios son muy buenos.

    Jorge Paredes Terry
    Congreso de la República
    Despacho Daniel Abugattás

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