jueves, 15 de abril de 2010

El país de la desconfianza



Acá en el Perú no confiamos en nadie. No confiamos en Alan García, no confiamos en el congreso, no confiamos ni en la policía. Es terrible admitirlo, pero hay muchos estudios y estudiosos que hablan de ese tema, del miedo que causa una autoridad cuando se te acerca y de la mala imagen de la clase política peruana.


Pero la desconfianza baja más y más, y chorrea más que la riqueza (porque como bien acaba de decir Oswaldo Reynoso, en el Perú, cuando chorrea riqueza, chorrea para arriba). No confiamos en el vecino y por eso no le prestamos una herramienta. No confiamos en el taxista y por eso viajamos asustados. No confiamos en los cheques y por eso, aunque se rían en otros países, en el Perú el uso de cheques personales es casi inexistente.


En marketing crear confianza es buen negocio. Si los bancos crearan una Red de Clientes Confiables (usuarios bien escogidos, confiables, buenos pagadores) y la publicitaran, podrían emitir chequeras para ellos y, con publicidad, lograr que estos papeles sean aceptados y que el uso del cheque vuelva a nuestras vidas. Si las letras chiquitas de los contratos se imprimieran más grandes, o en negritas, o destacadas, yo no sentiría que me estafan sino que me quieren informar. Ser el producto más confiable en cervezas, leches o computadoras probablemente corresponda con el market share y sea señal de liderazgo. ¿No radica en ello el éxito de las compañías de taxis por teléfono, la confianza? Pero eso que puede operar cada marca dentro de su categoría, ¿cómo puede sembrarse en el Perú para que confiemos no sólo en la leche A o en la gaseosa B, sino también en nosotros mismos?


Difícil, pero no imposible. Haría falta una campaña nacional que hable de un país de gente honrada, que nos incite a ver lo mejor del otro y que destaque los ejemplos más valiosos como los policías que nunca cometieron faltas o los taxistas que devuelven el dinero olvidado. Si la comida peruana, poco a poco, acabó identificándonos y volviéndose casi un símbolo patrio, ¿por qué no hacerlo con valores? Desear que nos caractericen la honradez, la confianza o la capacidad de creer no es aspirar a un valor ingenuo o decimonónico: es construir también una economía más sólida y móvil, más exigencia de los clientes hacia los productos, más orgullo nacional y mejores relaciones entre seres humanos. Porque yo, como muchos, aunque parezcamos tontos, queremos confiar en los policías, los políticos y los presidentes, pero sobre todo, como peruanos, queremos confiar en los otros peruanos.