lunes, 28 de febrero de 2011

PPK. "Es muy bueno. No sé para qué".


Pocas veces he visto entre gente culta, leída y escribida, el consenso que veo alrededor de PPK. No atrae a mis amigos más progres ni a quienes en general desconfían de cualquiera cuyo perfil se acerque a Wall Street y huela a Enron, a corporación, a transnacional, a bono de reconstrucción, a impuesto. Pero a quienes vivir en una economía liberal los tiene sin cuidado (que en el Perú son muchos y en el sector A/B casi todos) PPK les parece una excelente opción de gobierno, un gran candidato.

Sin embargo, nadie puede definir para qué sirve. Y eso está mal, porque en esto las campañas electorales exigen una definición cruelmente clara y precisa: ¿para qué es bueno?

Ese espíritu simplista se maneja mucho en la ficción, quizás porque así es como uno quisiera leer la realidad. Desde Los magníficos hasta Ocean’s Eleven o Misión Imposible, cada personaje está allí por algo, por una misión sencillamente específica. Sabemos el rol de Murdoch y Faz, y las fichas con las que eligen al equipo en Misión Imposible dicen con claridad experto en explosivos o impostor especializado, etc.

Este análisis puede ser ridículo por lo reduccionista, pero en marketing político es bastante real. Si Keiko ofrece seguridad y Castañeda obras, PPK necesita definir su idea fuerza, esa que en la encuesta de Apoyo publicada el fin de semana no aparece. Es insuficiente y absurdo decir lo que no es si no decimos qué cosa sí es PPK.

Esto exige un ejercicio de valentía y responsabilidad que no suele ser posible cuando hay muchos cocineros metiendo su cuchara, cuando un grupo maneja una operación y el jefe permite que todos decidan, que es lo que sospecho puede pasar detrás de PPK. Si A propone defender RIQUEZA PARA TODOS, B querrá imponer EL PERU CRECE EN TU CASA y C querrá que la campaña diga TODOS GANAN CON PPK. Tres ideas –son ejemplos- que pueden ser buenas pero que no pueden convivir. Porque ningún producto puede decir que sirve para X y además Y y también Z, y todo igual de bien, y menos en un lapso tan corto como el que falta para la votación. Solo si cayera un rayo que enmudeciera a todos sus asesores –menos a uno- podría PPK decir una sola cosa. Una sola idea. Pero como eso no pasará, veremos cómo el mejor candidato de todos –a decir de mis amigos A/B- acaba teniendo la peor campaña posible, por falta de liderazgo, de decisión y de claridad estratégica.

Veo eso y me doy cuenta de que mi trabajo, aunque parezca fácil, no lo es. No es fácil ser publicista, ni asesor estratégico de comunicación. Pero es aún más difícil, supongo, ser un candidato que por querer oír a todos acaba en manos de nadie.