lunes, 29 de noviembre de 2010

Cómo esconder un fracaso


Es sabido que todos fracasamos. Hasta el mejor. Hasta el más listo. Pero en marketing, o en política, o inclusive en la oficina y delante de los amigos, uno no puede admitir que perdió. Así que, atendiendo al pedido de varios marketeros y políticos, acá va una lista de salidas ante la derrota. Parece una broma. No lo es.

1. Si fuiste por A y obtuviste B…
Lo sabemos: perdiste. No lograste lo que querías. Pero si de casualidad obtuviste algo diferente, al menos ya tienes con qué cacarear. Estas son tus posibilidades:

a. Di que en verdad querías obtener B pero lo ocultabas por razones estratégicas.
b. Di que B es una etapa, es un paso previo a la obtención de A.
c. Di que B es lo mismo que A. En el fondo, si lo analizas bien, es idéntico. Vale igual. Sirve para lo mismo. Algo así.
d. Di que cambiaste de objetivo a mitad del proceso y descubriste que lograr B era mejor que obtener A.
e. Di que B es más valioso que A y que quienes lograron A en verdad no han conseguido nada.
f. Di que el A que otros obtuvieron es falso, que tú sí sigues peleando por el auténtico A.
g. Finge que nunca competiste. No querías ni A ni B. Nunca dijiste que irías por A. Es todo una patraña de tus enemigos.

2. Si fuiste por A y no ganaste ni siquiera un miserable B.
Fuiste por A y te vencieron y no ganaste nada. Ni un premio consuelo. Nada. Solamente te queda una salida: inventar que obtuviste algo y lograr que se coman tu invento.
Cosas que puedes haber ganado:

a. Experiencia. Ahora ya sé cómo son las cosas, etc.
b. Roce y contactos. Ya pude conocer de cerca a quienes… blablablá.
c. Posicionamiento. Por fin todos saben quién soy en verdad. (Sí: un loser).
d. Una visión nueva, única, un punto de vista… Ahora lo veo diferente.
e. Estímulo. Esto me impulsa a seguir – a partir de ahora creo que- y así.

3. Otras salidas igualmente deshonrosas pero usuales.
No mencionemos el crimen, el suicidio ni la fuga, que ya se te ocurrieron si estás en esto. Digamos algunas más “nombrables”:

a. Culpa a otro: tu fracaso no es tuyo, se debe al periodista enemigo, a tu pariente hablador, a tus socios corruptos… Es más: persíguelo públicamente. Enjuícialo. ¡A Barrabás!
b. Nombra un representante o un zar frente a los temas espinosos. Si va todo bien, será tu éxito. Si se hunde todo, culpa al zar de ineficiencia, incapacidad, poca entrega…
c. Vuelve a empezar. Con toda la frescura del mundo. Di que recién contamos con los recursos, o que recién se dan las condiciones, o que ha llegado el momento de realmente ir por el objetivo… ¿Entiendes?
d. Cambia el nombre del problema y propón las mismas soluciones, como si fuera nuevo. El problema no es el terremoto, es la calidad de vida de los sobrevivientes. No, el problema no es la calidad de vida sino la reconstrucción. No, ya no: el problema no es la reconstrucción sino…
e. Pide apoyo a otros. Que firmen un comunicado diciendo cosas buenas de ti que no tengan nada que ver con el fracaso. Pondrás a la gente a discutir tus méritos y no tu enorme error.
f. Niégalo todo.


Ya te di suficiente. Cuando te vea usar estos consejos en política, en marketing o frente a tus patas en el bar, te voy a cobrar, acuérdate. Me lo he ganado. Y recuerda que en política los que ganan no son los ganadores: los que ganan son los que le sacan más provecho a todo, incluyendo a sus derrotas.